Texto periodístico: @carotopolaperiodista / Cobertura audiovisual: @nicocarullo1
De la mano del @grupontg.turismo tuvimos la oportunidad de conocer una de las ciudades más hermosas que tiene nuestro país: Merlo. Ubicada a los pies de las montañas Comechingones, es el lugar ideal para cuando uno necesita desconectarse de la rutina.
La calidez de la gente, la gastronomía de lugares tradicionales como “No tire godoy”, el turismo de aventura para los que disfrutan de experimentar una cuota de adrenalina, el contacto con la naturaleza y esa dosis de historias místicas que hacen que se convierta en un espacio mágico para compartir tanto con tu ser como con aquellos que tanto querés.
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Al llegar al aeropuerto de Merlo, nos sorprendimos con el recibimiento que obtuvimos de parte del @grupontg.turismo. Inmediatamente recogieron nuestro equipaje y, con una gran sonrisa, nos condujeron a la combi que nos trasladaría durante los cuatro días. Como dice el escritor, Ray Bradbury: “Ver el mundo es más fantástico que cualquier sueño”. Y es tal cual, si nos hubieran dicho antes de llegar a Merlo que íbamos a tener la oportunidad de estar en contacto de tal manera con la naturaleza y observar a diario un paisaje tan maravilloso y poderoso, jamás lo hubiéramos imaginado.
¿Lo más llamativo? No solo disfrutamos de las sierras cuando salíamos de excursión, sino que también gozamos de ellas cada día gracias a la vista privilegiada que teníamos desde el Hotel El Condor, lugar en el que dormimos las tres noches que nos encontramos allí. A su vez, disfrutamos de varios asados, hechos por sus dueños, probamos todo tipo de tragos, meditamos con el silencio que caracteriza a ese lugar tan mágico, nos hicimos masajes en el spa, que cuenta con precios súper accesibles, jugamos torneos de paddle, tenis y ping- pong e incluso nos dimos más de un baño en su enorme pileta.
El primer día pensábamos que iba a ser bastante relajado en cuanto a atractivos turísticos pero la gente del hotel nos sorprendió con una exquisita merienda compuesta por frutas, tostados, cafés, bebidas para todos los gustos y la frutillita del postre: La impresionante vista a las Sierras de Comechingones que se encuentran ubicadas a más de 2 mil 150 metros sobre el nivel del mar. Luego, pudimos descansar un rato y partir hacia “No tire godoy”, el restaurante y parador más concurrido de Merlo, en donde uno no solo vive una experiencia gastronómica, sino también de vida gracias a sus atractivos. Desde las remeras de los mozos con frases que te permiten reflexionar sobre tu presente hasta la tienda con productos gourmet que te darán la oportunidad de llevarle un delicioso recuerdo a tus seres queridos.
Después de una exquisita comida, nos fuimos a dormir porque al día siguiente nos esperaba la primera excursión del viaje: Pasar un buen rato arriba de las Sierras Comechingones.
“De un lado de las sierras está San Luis y del otro Córdoba. Las Sierras son un lugar en el que se pueden hacer todo tipo de actividades: Parapente, tirolesa, excursiones en 4×4, mountain bike, cabalgatas. Las personas tienen la oportunidad de disfrutar de la naturaleza a todo momento. Acá en las sierras el clima es muy cambiante, a veces la gente cree que no puede hacer las actividades pero cuando sopla un poquito el viento, se corren las nubes y podemos gozar de un muy buen clima. Por este motivo, somos conocidos como el tercer microclima del mundo”, compartió Martín, quien fue nuestro guía turístico durante todo el recorrido.
Por suerte, tuvimos el placer de vivirlas desde distintos ángulos. Algunos nos animamos a tirarnos de la tirolesa, otros degustaron las empanadas fritas de chivo, una especialidad de la ciudad, otros se descalzaron para vivir en primera persona la energía que se encontraba allí y otros optaron por sacarse más de una foto con el objetivo de no olvidar jamás ese momento de conexión tanto con uno mismo como con la naturaleza que nos rodeaba en aquel instante.
Según nos contó Martín, el lugar es tan místico, que algunos lo eligen para dejar las cenizas de sus seres queridos: “Una vez estábamos realizando actividades de limpieza y nos encontramos con un cofre que tenía cenizas de una persona que había venido a dejarlas acá a las sierras. Y las dejamos ahí, obvio (risas). Se respeta el deseo de la persona que viene a hacer eso”.
Cada momento arriba de la montaña fue mágico. No solo por el poder que tiene la naturaleza, sino también por la energía de la gente que se encontraba alrededor de ella. Eso fue lo que sentimos con cada persona que nos cruzabamos en ese entorno, ya sea porque vendían artesanías, productos vinculados a la gastronomía o porque se encontraban de paseo. Había una vibra muy linda que nos unía a todos y nos permitía dejar, aunque sea por un rato, las etiquetas que traíamos de nuestra Ciudad. Tan solo éramos, sin exigencias, ni horarios, ni miedos, ni prejuicios, ni deseos, ni ansiedades.
Después de ese gran contacto con la naturaleza, volvimos al hotel, disfrutamos de algún que otro chapuzón y partimos nuevamente al restaurante que taaaan bien nos alimentó: “No tire godoy”. Pero esta vez, gozamos de una luna en primer plano y una tormenta que se acercó, saludó y partió.
Al otro día, nuestro guía había preparado varias excursiones pero el tiempo no nos acompañó. De todas formas, pudimos observar el Algarrobo Abuelo, que, sin dudas, no tenía desperdicio. De hecho, es un árbol que tiene mucha sabiduría porque en el habitan más 1200 años de historia.
No todo fue glamour en este viaje, también experimentamos lo que fue comer un sándwich de milanesa arriba de la montaña, mientras nos caía la lluvia y conectábamos con lo realmente importante: El hecho de estar sanos y poder sentir, tanto lo que comíamos como lo que estábamos teniendo la oportunidad de observar y vivir. Luego, la lluvia no nos permitió seguir, así que volvimos al hotel y organizamos una tarde de juegos de mesa entre los que nos encontrábamos ahí.
Por la noche, cambiamos un poquito el menú y degustamos muchas pizzas en un lugar que se caracterizaba por preparar distintas variedades y no dejarte un instante con la panza vacía jaja. Después tomamos un rico heladito en un lugar que también se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires y nos fuimos a dormir porque al día siguiente había que desayunar tempranito y tomar el avión de regreso.
¿Qué más se puede decir de Merlo? Realmente es un lugar que tienen que conocer para entender de qué les estoy hablando. A veces creemos que lo mágico está lejos, que hay que hacer miles de kilómetros para encontrarnos con nuevas facetas nuestras, para sorprendernos, para redescubrirnos y nos olvidamos de que en realidad los viajes están muy cerca, realmente muy cerca, porque habitan dentro nuestro.