Quien visita por primera vez la famosa Ruta del Vino en Mendoza, se ve abrumado entre tantas propuestas. Tuvimos el lujo absoluto de curar nuestro viaje por Lis Clément, Directora de Foster Newton,  una agencia de marketing vitivinícola fundada en 2014 por Lis, ex gerente de Marketing y Comunicación de Wines of Argentina y creadora del Día Mundial del Malbec. ¿A qué se dedican? A desarrollar las marcas de las bodegas más prestigiosas de la Argentina, como Rutini, Trivento, Nieto Senetiner, Ruca Malen y Finca Sophenia, entre otras. Lis y su equipo nos recibieron en Mendoza para recorrer junto a ellos el fascinante universo de lujo y lifestyle que ofrecen las bodegas de una de las regiones vitivinícolas más importantes del mundo. ¿Cuál fue la primera parada? La imponente e icónica Clos de los Siete.

Empezamos la Ruta del Vino con un paisaje repleto de follaje amarillo digno de la mejor pintura del impresionismo francés. Justamente este entorno natural sublime enamoró al famoso enólogo Michel Rolland, quien no dudó en soñar un gran proyecto que reúna a sus colegas amigos para elaborar los mejores vinos del mundo:

Clos de los Siete es un ícono mundial y un indiscutible éxito internacional. Una original historia de hombres apasionados por la tierra argentina…

Un reto desmesurado y un concepto único e innovador.
• 850 ha de viñedos al pie de la Co
rdillera de los Andes (Valle de Uco, Mendoza)
• 4 bodegas dirigidas por 4 familias apasionadas procedentes de Burdeos.

• 1 vino elaborado en común y ensamblado por Michel Rolland.

“Hay buenos terruños en todas partes pero Argentina
tiene una situación geográfica privilegiada. Su posición con respecto a la Cordillera de los Andes le permite jugar con la altitud y suavizar las temperaturas en un país bañado por el sol.
Sus suelos, constituidos por el material de arrastre procedente de la cordillera (gravas y piedras), son especialmente interesantes.” Michel Rolland

Michel Rolland “descubrió” Argentina en 1988. Se sintió inmediatamente seducido por este país: su ambiente, su gente, la belleza de sus paisajes, su cultura… y su formidable potencial vitivinícola. Todo gran proyecto siempre nace de un gran enamoramiento.

Muy pronto, en el transcurso de sus frecuentes viajes, Michel Rolland adquirió la convicción de que en Argentina se reunían todas las condiciones para elaborar un vino de primerísima calidad.

Durante su búsqueda, Michel Rolland, asociado a Jean Michel Arcaute, viticultor bordelés el Pomerol, descubrió a unos 100 km al sur de Mendoza, última gran ciudad antes de llegar a la majestuosa Cordillera de los Andes, un enclave ideal de 800 ha, a 1.100 metros de altitud, con una exposición solar única, unos suelos constituidos por cantos rodados, arcilla y arena recubiertos de una rala vegetación semidesértica; salpicado aquí y allá por enormes rocas, testigos de la prehistoria. Así empezó la historia del Clos.

A estos dos pioneros se unieron algunos amigos, también viticultores, inversores apasionados por el vino e intrigados por este lejano país.

Se lanzaron a afrontar este reto desmesurado apostando por un concepto único e innovador. Bajo la batuta de Michel Rolland, se propusieron elaborar un vino único.

Pronto se construyeron cuatro bodegas. Una parte de su producción se dedicó a la elaboración y al ensamblaje del vino elaborado en común: el “Clos de los Siete”. El resto les permitió elaborar los vinos de sus propias gamas: Monteviejo, Cuvelier los Andes, DiamAndes, Bodega Rolland.

LOS 4 ELEMENTOS

El nombre Clos de los Siete reúne dos nociones: por una parte, la de este proyecto tan singular; por el otro, la de un viñedo integrado en una única superficie continua. Estas características le han dado su nombre al vino: el Clos de los Siete.

Les juramos que vale la pena conocer toda esta información porque justamente aquí radica el éxito de los vinos del Clos, que es el fruto de una alquimia que combina con acierto cuatro elementos clave, cuatro elementos difíciles de conciliar en un mismo lugar, salvo aquí, en tierras argentinas:

1. Un suelo generoso

   Michel Rolland comprendió rápidamente el increíble potencial de este suelo constituido por cantos rodados, arcilla y arena. La viña hunde sus raíces a un metro de profundidad en una grava que proporciona un perfecto drenaje natural. El agua, indispensable en estas tierras soleadas, procede de una capa freática alimentada por el deshielo y los glaciares de la Cordillera.

2. Un clima propicio

   Aquí el tiempo es muy seco, con una gran diferencia de temperatura entre el día y la noche, lo que resulta especialmente adecuado para la concentración de los taninos y el color.

3. Viñas a una altitud considerable

   El viñedo está situado a 1.200 metros de altitud. Eta particularidad geográfica sienta de maravilla al viñedo de la propiedad, cuyas viñas se cuidan como las de un grand cru bordelés: poda y labores manuales, rendimientos controlados… La altitud es un factor determinante ya que la importante amplitud térmica entre el día y la noche permite obtener taninos de gran calidad.

4. Una exposición adecuada

   La orientación del viñedo (sur/suroeste) hace que la viña esté expuesta al sol en cualquier estación del año.